El amor verdadero no hace daño.

Cada quien tiene su propio concepto de amor pero el amor verdadero y seguro es el que viene de Dios. Entre los seres humanos hay multitud de definiciones acerca del amor, cada quien juzga, toma, coloca e imparte el que le conviene. Yo no estoy aun clara acerca de mi propio yo, así que mi concepto de amor aún sigue perfeccionándose, lo que sé es que mi yo es engañoso, egoísta y enojón así que no puedo dejarme llevar por las corrientes de este. Por lo tanto tengo que aprender que el verdadero amor es ese amor que todo lo puede, todo lo soporta y todo lo cree. El secreto de todo está ahí, en aprender a amar como ama Dios, ahí no hay dudas (Juan 3:16). Mientras tanto yo y muchos hermanos en Cristo aún seguimos en este camino y no es fácil pero ahí le vamos, con estirones y empujones dependiendo en el amor de Dios, al final tendremos victoria y de eso estamos seguros.

Algo que he aprendido es que el amor no hace daño, al contrario hace mucho bien y quien lo practica obtiene esa paz que sobrepasa todo en esta vida, y no es esa paz que el mundo ofrece, momentánea y muy frágil, es esa que va mas allá de lo imposible.

En nombre del amor muchos lastiman, mienten, lloran y hacen tantas cosas que nada tiene que ver con lo que es amor. Amor es un grupo de cuatro palabras que encierran más que un hormigueo en el estómago, un beso en los labios, un ramo de rosas y dos cuerpos entregandose en una cama. El concepto entero del amor es simple y claro, es un camino, una elección, una obediencia en buenas y malas, cuando aún se encuentre atracción y cuando esta se acabe, cuando la belleza abunde y también escasee. 
Cuando se conoce el verdadero amor, el concepto entero de lo que el mundo tiene acerca de él, es simplemente una triste y defectuosa imitación, llena de pasiones carnales, afectos interesados basados simplemente en el yo. El verdadero amor va más allá de todo esto, el verdadero amor quiere vivir en ti, descúbrelo hace tiempo te enamora pero tú lo has ignorado.

Feliz y lindo día.

Atentamente tú amiga, Ibeth.